La
crisis capitalista y la lucha de clases
La actual crisis capitalista
no es más que la manifestación de las caducas relaciones de
producción burguesas que llevaron al estancamiento de las fuerzas
productivas. Éstas no pueden desarrollarse, ya no tienen fuerzas
las relaciones sociales de producción y explotación capitalista
para impulsar a la sociedad hacia adelante. Solo tiene fuerza la
burguesía, por ahora, debido a la crisis de dirección
revolucionaria del proletariado, para imponer sus planes de ajuste.
Estamos viviendo la manifestación más aguda de la descomposición
del capitalismo imperialista.
Agotado el boom de la Segunda
post-Guerra, y debido a la pronunciación de un proceso que Marx
llamó la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia,
desde mediados de los '70, a la burguesía la inversión en la
producción industrial no le da beneficios substanciales y prefiere,
por el alto grado de ganancias, derivar grandes masas de plusvalía,
que no reinvierten en la producción, al círculo financiero. En ese
marco el tanque de oxígeno suplementario que le dio al capitalismo
mundial la restauración capitalista en Europa del Este, la exURSS y
China se agotó en menos de una década. Los usurarios préstamos
privados y estatales a los estados semi-coloniales
–incluidos
los fondos buitres de rapaces sectores especulativos ligados
mayormente a los fondos de pensiones–
la especulación con bonos y títulos o por medio de las más
sofisticadas técnicas de especulación financiera que
hacen crecer de forma demencial (burbujas) a algún sector de la
economía. Estos sectores pueden ser desde los punto.com,
las acciones tecnológicas, el sector inmobiliario o los commodities
(e incluso hasta se
especula con obras artísticas). Pero las burbujas financieras se
pinchan, y en el 2008 arrastraron a los bancos y a todo el sistema de
crédito y, a su vez, dejaron más en crisis a la industria y al
comercio internacional.
Por lo pronto la crisis ya
tiene varios años, y cada tres o cinco años estalla en algún nuevo
país, con sus implicancias políticas: desde la revolución
democrática árabe –Túnez,
Libia, rebelión y derrocamiento de Mubarak en Egipto y el posterior
golpe militar–;
hasta la rebelión y guerra civil en Siria, el proceso revolucionario
de Tailandia, la rebelión en Ucrania y la lucha contra el ajuste en
Grecia, etc. Sus implicancias afectan tanto a Europa imperialista y a
las otras potencias mundiales como China y Rusia, y también a las
más importantes economías de América del Sur; Brasil, Argentina o
Venezuela, golpeando fuertemente a los países menos desarrollados,
porque el imperialismo, vía las deuda externas, arranca masas de
plusvalía a los países semi-coloniales. Y como parte de la crisis
de dirección del proletariado, el surgimiento del yihadismo
–financiado por los sectores más reaccionarios de las burguesías
y monarquía árabes– en Siria-Irak y sus atentados en Europa que
refuerzan la derecha xenófoba, principalmente anti-árabe y
pro-sionista. Mientras el hambre, la miseria y la represión crecen
en África y Asia central impulsando a cientos de miles de
desposeídos a arriesgar sus vidas para cruzar el Mediterráneo en
búsqueda de un futuro, fortaleciendo al mismo tiempo a los sectores
políticos más retrógrados de estos países imperialistas.
Los cálculos más optimistas
de los economistas burgueses hablaban de 5 años más de crisis
mundial, todo dependería de la recuperación económica de los
EE.UU. y si esa recuperación impulsa la economía mundial, o si ella
es muy leve –como
lo es actualmente–
y es la economía mundial en crisis la que vuelve a sumergir en
crisis a los EE.UU. Pero en realidad no hay recuperación inherente
al propio capitalismo, como si tuviera éste algún método interno
de regeneración, sino que depende del ataque que dé y de la
respuesta de la clase trabajadora a la explotación y a los ajustes
que están aplicando en el mundo; o sea, la superación o no de las
crisis dependen de la lucha de clases.
Se trata de una de las mayores
crisis del capitalismo mundial (con sus cortos ciclos de crecimiento,
de estancamiento y de recesión) y nos esperan años de grandes
luchas del proletariado, donde la burguesía se va a empeñar, como
una tarea de vida o muerte, en hacerle pagar a la clase obrera de los
países centrales, al conjunto de los pueblos oprimidos y al
proletariado en general, los costos de esta crisis estructural. Una
verdadera contrarrevolución económica permanente contra las
conquistas y condiciones de vida de la clase obrera mundial. Crisis,
ajustes, austeridad, desocupación, miseria, hambre, huelgas,
represión, racismo, xenofobia, muertes, atentados, golpes de estado,
guerras –contra y entre países semi-coloniales– y revoluciones
serán, no sólo los términos que más escucharemos, sino también
las realidades más comunes que viviremos. Mientras se profundizan
las tendencias, como necesidad objetiva del capitalismo imperialista,
hacia una guerra inter-imperialista, aunque todavía los posibles
bloques beligerantes no estén definidos.
Los obreros avanzados, y más
aún los que se consideran revolucionarios, deben comprender
cabalmente que la crisis estructural capitalista imperialista mundial
no puede dar lugar a falsas ilusiones. Los bajos salarios, la
super-explotación, la desocupación y la miseria irán en aumento.
Los reformistas socialdemócratas se han vuelto contra-reformistas y
son el brazo ejecutor de las políticas de ajuste y austeridad de la
burguesía; el nacionalismo burgués de “izquierda” en los países
semi-coloniales, hoy con un tibio discurso anti-imperialista, que
plantea que es posible el desarrollo económico nacional
desarrollando la industria, o sea, de la burguesía industrial, o
humanizando al capitalismo. O, los vestigios del stalinismo, que
mientras restaura el capitalismo en los países que todavía
gobierna, mezclan ambas recetas de reformistas y
nacionalistas-burgueses sin querer luchar por una salida obrera y
revolucionaria a la crisis capitalista. Sea el reformismo sin
mejoras, el nacionalismo empresarial, o estos falsos comunistas, se
trata de mentiras deliberadas o, en el mejor de la casos, de utopías
reaccionarias, que lo que buscan es lograr sacar a los trabajadores
de la lucha por su emancipación y la resolución de sus problemas
más importantes.
Los tiempos se aceleran,
detrás de cada período de estabilidad vendrá una crisis más
profunda. La construcción del partido revolucionario del
proletariado que luche por la revolución socialista, nacional y
mundial, es más que nunca la tarea de primer orden. En ese sentido,
hay que explorar e impulsar todo reagrupamiento internacional
marxista revolucionario principista (leninista-trotskista) en Comités
de Enlace, Tendencias o Fracciones internacionales que no se
contrapongan –sino que sirvan de pie de apoyo para impulsarse–
con nuestra concepción de Internacional e internacionalismo
proletario, concepción que no es ni más ni menos que la misma que
nos legó la herencia teórica-programática de la IIIª
y la IVª
Internacional.
Ciertamente, que frente al
nefasto rol jugado por los socialdemócratas y toda clase de
stalinistas, el único heredero marxista de esta tradición
revolucionaria es el
trotskismo,
corriente que a su vez tiene sus alas principistas, centristas y
oportunistas, estas dos últimas desarrollando muy variados
revisionismos de la teoría y el programa de la IV Internacional. Y
también están aislados, desperdigados y atomizados –y a veces muy
sectarizados y autoproclamados– sus sectores más principistas. Por
eso mismo, reagrupar,
impulsar y desarrollar en la clase obrera al trotskismo sobre bases
principistas es la
tarea que nos proponemos los trotskistas internacionalistas de este
reagrupamiento internacional en lucha por partidos obreros
revolucionarios –luchando contra las patronales, la burocracia
sindical y los gobiernos–
en todos los países
y, para ello, por la construcción de una Internacional Comunista
Obrera y Revolucionaria; el Partido
Mundial de la Revolución Socialista.
Bases
de Principios del Comité Organizador por una Internacional Comunista
Obrera y Revolucionaria
1.
Sólo con la
Revolución Mundial habrá Socialismo.
El agotamiento del boom capitalista de la Segunda post-Guerra a
mediados de los años 70, llevó al stalinismo, en menos de una
década, a planificar la restauración capitalista y a la pérdida de
los Estados Obreros Burocratizados en los años siguientes,
asestándole así una derrota de dimensiones históricas al
proletariado mundial. Pero no fue debido a la buena salud o a la
superioridad del capitalismo frente al socialismo que se produjo esa
derrota, sino debido a la misma crisis del capitalismo, y a que el
stalinismo en vez de luchar por la revolución mundial buscó
competir económicamente en el mercado mundial, trasladando así la
crisis al interior de los Estados Obreros Burocratizados. No fracasó
el socialismo porque nunca se llegó a él, fracasó la burocracia
stalinista que, para mantener sus privilegios de casta parasitaria,
se negó a avanzar hacia el Socialismo.
2.
Contra la utopía
reaccionaria de una Europa capitalista unificada.
La unidad de la Europa capitalista sólo puede mantenerse como
proyecto con ajustes, o planes de austeridad y permanentes
flexibilizaciones laborales, impuestos por la propia burguesía de
los diferentes países de la Unión Europea, por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Central Europeo. Los trabajadores deben
luchar por derrocar a la monarquía y a su gobierno burgués en
España, a la V° República gaullista de la agresiva Francia
colonialista e imperialista; al gobierno anti-obrero e imperialista
de la Alemania unificada que reglamenta y subordina al resto de las
burguesías en Europa; a la monarquía y al gobierno imperialista en
Gran Bretaña, etc. Es decir, llamamos al combate por derrotar a los
gobiernos y los regímenes de las potencias imperialistas, y por
derrocar también a sus sirvientes; las burguesías de los países
semi-coloniales (como Grecia, Irlanda, Rumania, Polonia etc., etc.),
y destruir todos los estados burgueses imponiendo la dictadura del
proletariado en esos países; abriendo así el camino a la única
real unidad de los trabajadores y pueblos europeos: una Federación
–libre y voluntaria– de Repúblicas Obreras y Socialistas de
Europa en lucha por la Revolución Socialista Mundial.
3.
Por la derrota
militar del imperialismo en todo ataque o invasión que realice.
Estamos en la trinchera y por su victoria militar de toda nación
oprimida atacada por el imperialismo, esto es; por la derrota del
agresor imperialista. Pero luchamos por una dirección proletaria de
la guerra nacional, que transforme esa guerra en el inicio de la
revolución socialista; tanto en el país agredido (Afganistán,
Irak, Siria, etc.) como en el seno de la o las naciones imperialistas
agresoras (EE.UU., Francia, etc.). No es verdaderamente marxista, ni
revolucionario ni siquiera antiimperialista, todo aquél que en los
países imperialistas no esté incondicionalmente por la derrota de
su propio imperialismo, y por el triunfo de la clase obrera y de las
naciones oprimidas. La clase obrera de los EE.UU., Japón y de Europa
(o de Rusia), debe enfrentar a la burguesía imperialista (y/o
opresora) de sus propios países, aliándose con sus hermanos de
clase de los países oprimidos, semi-coloniales o coloniales,
luchando por el derrocamiento de su propia burguesía imperialista,
de su gobierno y su régimen, en el camino de la revolución
socialista.
4.
Contra el terrorismo imperialista y el terrorismo cuasi-fascista del
fundamentalismo islámico. Nos
solidarizamos con las víctimas civiles de la docena de atentados
terroristas de las organizaciones cuasi-fascistas que invocan ser
islámicas. Estos grupos son un producto del imperialismo (de los
EE.UU. y Francia principalmente) en dos sentidos; primero porque son
financiados y armados por el mismo imperialismo (y por burguesías
socias del imperialismo de los países árabes) aunque muchas veces
después se les rebelen; así lo demuestra el origen de Al Qaeda, el
ISIS y de otros grupos menores. Y también porque estas
organizaciones cuasi-fascistas se nutren con la manipulación
ideológica de juventud marginada y segregada, principalmente de
origen inmigrante de los países árabes, sin futuro y esperanza, de
la Europa imperialista. No es un problema de choque de culturas
o de lucha de religiones
como la derecha racista quiere hacer creer. Es
el estancamiento de las fuerzas productivas del capitalismo y la
mayor explotación y opresión sobre las naciones semi-coloniales,
lo que produce las guerras y las revoluciones, y también el
surgimiento de estas bandas cuasi-fascistas. De allí que el
principal terrorista es el imperialismo. Terminar con el capitalismo
imperialista es terminar con todos los males que él engendra.
5.
Fronteras
abiertas para todos los trabajadores y pobres del mundo.
La burguesía imperialista, después de saquear al mundo colonial y
semi-colonial durante siglos, endurece sus leyes y segrega racismo
social y estatal. Es el declive capitalista que lleva a la burguesía
imperialista a tomar toda clase de medidas –que van desde la
deportación en masa y crear muros, hasta apalear a los inmigrantes o
dejarlos morir en el mar, para frenar e impedir su ingreso a los
países desarrollados. Es de este declive del capitalismo en agonía
que surge la actual xenofobia en los países imperialistas y los
grupos y partidos neonazis. Debemos enfrentar las falacias de los
defensores del sistema capitalista, porque no es cierto que los
inmigrantes sean los responsables de generar la desocupación, o sea,
de quitar el trabajo o de tirar el salario a la baja de los
trabajadores nativos. Si marginalmente esto ocurre, es principalmente
debido a la crisis de todo el modo capitalista de producción y al
control de la burguesía sobre la clase obrera a través de las
burocracias sindicales, que le impide luchar a la clase trabajadora
ya no sólo por mejores condiciones de vida, sino hasta para mantener
el nivel salarial y las conquistas existentes. Porque lo real es que
es el trabajo en negro, o no registrado, lo que tira a la baja el
salario de los trabajadores registrados. En ese sentido, todas las
patronales europeas usan a los inmigrantes para atacar el salario y
las condiciones de trabajo del trabajador europeo. De allí que lo
importante es la lucha por la legalización del inmigrante, y por su
afiliación sindical, tenga papeles o no, y que se sumen a la lucha
obrera contra la explotación capitalista. Las fronteras abiertas
para todos los trabajadores y pobres del mundo no es una posición
moral o ética, ni sólo es el ideal del socialismo, se trata de una
posición de principios y estratégica, porque el problema para el
proletariado no son los inmigrantes, el problema es el capitalismo en
agonía. Quien se niegue a explicar esto traiciona la lucha por el
socialismo, y con ello demuestra que está al servicio de la
aristocracia obrera europea, y por lo tanto de la burguesía
imperialista. En realidad el inmigrante golpeando las puertas de
Europa (y de los EE.UU., desde México y América latina) no hace más
que demostrar el fracaso del sistema capitalista que sólo crea más
miseria, represión y xenofobia.
6.
Por la
autodeterminación de las nacionalidades oprimidas y la independencia
de los pueblos sometidos por el colonialismo imperialista.
Estamos con las nacionalidades y pueblos oprimidos, y nos
posicionamos a favor de sus derechos de autodeterminación nacional
(vascos, catalanes, escoceses, kurdos, chechenos, kabyles,
cachemires, tibetanos, tamiles, portorriqueños, pueblos
indo-americanos, etc. etc.) o de unidad nacional de Irlanda, en el
marco de la lucha por una Federación –libre y voluntaria– de
Repúblicas Obreras y Socialistas de la región. Por la definitiva
descolonización y el retiro de Gran Bretaña de las Islas Malvinas y
de Gibraltar, y todas las dependencias coloniales que todavía hay en
el mundo. Por la devolución de Ceuta y Melilla, de Marruecos, hoy en
manos del Estado Español; por la autodeterminación de Guadalupe,
las Islas Martinicas, Reunión, Nueva Caledonia y todas las
dependencias de ultramar que poseen Francia y otras potencias
imperialistas europeas.
7.
Por la destrucción
del Estado de Israel luchando por una Palestina Obrera y Socialista.
Terminada la Segunda Guerra Mundial y con el pretexto de resarcir o
compensar al pueblo judío por el genocidio nazi-fascista, el
imperialismo (EE.UU., Gran Bretaña y Francia) y la URSS, pactaron,
junto a un ala reaccionaria, nacionalista y racista de los judíos
(los sionistas), la construcción de un estado judío. Y en 1948, por
resolución de –esa cueva de bandidos que es– la ONU, se funda el
Estado de Israel apropiándose de las tierras de los palestinos, cuya
región estaba dominada por los imperialistas británicos desde 1918,
sometiéndolos a toda clase de tormentos (masacres, campos de
concentración, deportaciones, represión, discriminación racial y
súper-explotación) hasta el presente. Estado que también le sirvió
–como cabecera de
playa– al
imperialismo para detener al nacionalismo árabe en la Segunda
post-Guerra. En estos casi 80 años de lucha y resistencia del pueblo
palestino, la burguesía palestina demostró su impotencia y su
traición al negociar la salida política de “dos estados” en los
años 90, cuando es más que evidente que por su propia naturaleza
invasora y usurpadora e imperialista, el sionismo no puede permitir
nunca un Estado Palestino ni algo que se le parezca en algún
sentido. Sólo el proletariado palestino, árabe y también judío
–que rechace la ideología sionista– construyendo su partido
obrero, socialista y revolucionario puede resolver la cuestión
democrática nacional, y agraria, terminando con el estado genocida
de Israel, y al mismo tiempo traer paz y prosperidad a la región.
Por una Palestina Obrera y Socialista en lucha por una Federación
–libre y voluntaria– de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente.
8.
Contra el estado
burgués y sus fuerzas represivas, y todo tipo de opresión.
Para terminar con el capitalismo es central la destrucción del
Estado burgués, y por ello es de principios rechazar la financiación
de éste en todos los niveles (nacional, provincial o municipal), así
como de las ONG que son financiadas por entes u órganos del
imperialismo. Si el partido obrero revolucionario consigue diputados
–o algún otro cargo electivo financiado por el Estado– estos
camaradas no deben ganar más que un obrero calificado, y el resto
del dinero el partido debe entregarlo a los fondos de huelgas o a
luchas de los trabajadores. Por principios, frente al Estado burgués
y sus fuerzas represivas, estamos siempre con
los oprimidos y los explotados, independientemente que compartamos o
no los métodos de lucha de sus direcciones.
Y por la igualdad de
la mujer y otros géneros oprimidos.
Contra la
intervención estatal en la vida de los partidos obreros y de los
sindicatos. Estamos
también contra la
pena de muerte que ejecutan esos estados; por la destrucción de su
aparato represivo, y
por la libertad de
todos los presos políticos.
9.
En defensa de la
Teoría de la Revolución Permanente.
Reafirmamos el fundamental aporte programático y de estrategia
revolucionaria de la Teoría de la Revolución Permanente de León
Trotsky. Rechazando cualquiera de sus revisiones; como la del Frente
Único Antiimperialista que se caracteriza por dividir la revolución
en dos etapas, al orientar frentes políticos con la burguesía en
los países semi-coloniales, cuando éstas entran en contradicción o
son atacados por el imperialismo. Si la burguesía se divide en dos
campos no estamos políticamente con el
campo burgués
progresivo: los que
luchamos por la revolución socialista siempre estamos en el campo
del proletariado. Podemos, si hay guerra civil, estar en un mismo
bando militar (España) pero siempre con una política independiente
de clase luchando por el poder obrero. Al igual que frente a un
ataque imperialista –independientemente del régimen político que
tenga ese país atacado– siempre estamos en el bando militar de la
nación oprimida, pero políticamente desde un tercer campo; desde el
de los intereses del proletariado. También rechazamos la revisión
la Teoría de la Revolución Permanente con la
lucha por la revolución democrática
–o el nombre que esta concepción asuma– frente a una dictadura.
Cuando existe un despertar político de amplias franjas de masas, los
revolucionarios debemos desarrollar políticas que busquen poner a la
clase obrera en el centro de la escena, y al levantar consignas
democráticas ninguna de ellas, al decir de Trotsky, debe
transformarse en un dogal al cuello del proletariado. Revisan
oportunistamente la teoría de la revolución permanente, y
traicionan al proletariado, quienes en su política y consignas
levantan murallas entre la revolución democrática y la revolución
socialista. Siempre la lucha es por la revolución socialista.
10.
En defensa del
método de El Programa de Transición.
El programa de
transición es un programa que partiendo de la situación objetiva y
tomando en cuenta la consciencia del proletariado, elabora política,
y tácticas, y orienta consignas articuladas de forma tal que
partiendo de las necesidades del proletariado lo ayude en la lucha
política práctica inmediata –en
las diferentes situaciones de la lucha de clases–
a avanzar su consciencia política de clase en sentido de la
revolución socialista. Buscando así tender un puente entre la
situación objetiva actual y las tareas de la vanguardia proletaria,
para resolver la situación de forma favorable a los trabajadores con
la construcción del partido obrero revolucionario y por la conquista
del poder. La
importancia del método de El
Programa de Transición
reside en que parte de la situación objetiva de decadencia y
descomposición del capitalismo y por eso mismo plantea un
programa cuyas
consignas centrales,
las transicionales,
no pueden ser llevadas
adelante más que con la clase obrera en el poder.
Terminando así con la división del programa de meras reformas
inmediatas, y el programa abstracto de un socialismo para un tiempo
futuro indeterminado. Quien rompe la lógica interna de El
Programa de Transición
no puede caer más que en un propagandismo abstracto o en el mero
reformismo por más que use palabras radicales.
11.
Contra la
capitulación al régimen democrático burgués.
La burguesía domina con el fusil o con el engaño; la democracia
burguesa es un engaño, es un cebo, es una trampa para los
trabajadores –detrás de los visibles políticos burgueses, con sus
mentiras ampliamente financiadas, se esconden los empresarios y los
intereses imperialistas–, y al mismo tiempo la democracia burguesa
es el mejor régimen en el capitalismo que tiene la clase obrera para
luchar por sus derechos y conquistas, al decir de Lenin. Es las
dos cosas al mismo tiempo, por eso es muy importante saber usarla
dando la pelea también en el plano electora, hablándole ya no a
cientos o a algunos miles, sino a millones; pero nunca depositando
expectativas en que en el marco de este régimen, o sea, en el marco
del capitalismo, se puedan solucionar los problemas más importantes;
trabajo,
salarios decentes,
viviendas,
salud de calidad
para todos, incluso
inseguridad
y menos aún la corrupción.
Las elecciones burguesas no son para presentar programas realizables
por más que se diga con
la lucha, son para
hacer propaganda socialista y revolucionaria para, al decir de Lenin,
hacer un recuento
globular de glóbulos rojos.
Los revolucionarios deben presentarse a elecciones con una plataforma
electoral y diciendo claramente que ninguno de los problemas más
importantes, de dicha plataforma, pueden ser solucionados sin que los
trabajadores conquisten el poder. Diciendo que se pide el voto
para construir esa herramienta. Pero no por un “Gobierno
obrero”
o un “Gobierno
obrero y popular”
que da a entender la posibilidad de que en el marco del sistema y su
régimen, sin revolución, los trabajadores pueden solucionar sus
problemas más importantes; sino, por un Gobierno Revolucionario de
los Trabajadores, en el sentido de la Dictadura Revolucionaria del
Proletariado.
12.
Por una estrategia
soviética. En toda
situación revolucionaria o pre-revolucionaria avanzada, es deber de
todo grupo o partido desarrollar, extender, coordinar, centralizar y
armar los organismos de democracia obrera y autodeterminación de las
masas –comités de lucha, consejos obreros, comisiones internas y
sindicatos o seccionales combativas, etc., etc.–, que expresen la
tendencia de las masas a establecer un régimen de doble poder. Es
decir, no es un partido revolucionario el partido que cuando comienza
una revolución no lucha por el poder y por la perspectiva de la
dictadura del proletariado.
13.
Contra el
revisionismo que se dice trotskista.
Rechazamos al seudotrotskismo (o al centrismo y al oportunismo que se
dice trotskista) que habla de revolución pero en la práctica se
subordina a los aparatos reformistas y al régimen democrático
burgués, incluso en los países imperialistas, capitulándole así a
su propio imperialismo. El SU mandelista, la CI-AITP lambertista, la
LIT y la UIT morenistas, la UCI-LO hardysta, la FT-CI albamontista,
la TSI cliffista, el CIT, el CMI o el CMR grantistas, el CRCI
altamirista, el CE-POR lorista, la L5I y RCIT exWorkers Power, y las
variantes del Espartaquismo, etc., etc. Representan, como centristas
y oportunistas, la claudicación y el paso, en su gran mayoría, al
campo lindante al reformismo, cuando no al mismo reformismo. O
incluso algunas corrientes menores con sus concepciones de Frente
Único Anti-imperialista, le capitulan a las direcciones políticas
burguesas o stalinistas/frente-populistas, en el mundo semi-colonial;
quienes serían supuestamente “anti-imperialistas”; abandonado
así el programa de clase.
14.
Por el
internacionalismo y la Internacional.
Pero que muchas corrientes internacionales hayan capitulado no
significa que en el nacional-trotskismo
–o el trotskismo solamente en el marco nacional–esté la solución
en la lucha por la emancipación del proletariado. Todo lo contrario,
aisladamente, un grupo o partido nacional está mucho más expuesto a
desviaciones, o sea, a que las presiones sociales y políticas se
manifiesten en las elaboraciones y en el régimen interno, y por ende
en la formación de sus miembros, en la política y en la
intervención misma. Si los grupos, tendencias o fracciones, que
rompen enfrentando las capitulaciones de los partidos o corrientes
internacionales centristas u oportunistas, no se orientan hacia la
construcción internacional, igualmente degenerarán
indefectiblemente, o desaparecerán. Es una ley de hierro; porque lo
que no avanza retrocede.
15.
En lucha por un
marxismo principista y por la construcción de partidos obreros para
la revolución.
Rechazamos al oportunismo pragmático sin principios que disocia los
principios de la táctica y a la táctica de la estrategia –que
apoyan o hacen alianzas electorales con partidos burgueses o pequeño
burgueses o realizar entrismos
en organizaciones políticas cruzando la frontera de clase–, tanto
como al sectarismo estéril que se niega a tener tácticas. Los
oportunistas revisionistas son muy propensos a no realizar balances
políticos ni extraer lecciones de su propia intervención en una
huida movimientista hacia adelante, y por lo general le capitulan
principalmente a la democracia burguesa (y a su propio imperialismo
en Europa y los EE.UU.). Los sectarios confunden la historia con la
política y siempre miran hacia atrás, no para aprender cómo
debería ser, sino para delimitarse permanentemente del resto, para
diferenciarse. Las más de las veces sus críticas son en apariencia
correctas porque están muy pensadas, sobretodo porque no han tenido
mayor iniciativa que la de pensar la praxis pasada o las respuestas
dadas por los demás. Otras veces ocultan o se desligan
oportunistamente de su propio pasado atacando a diestra y siniestra
para, solapadamente, autoproclamarse como los únicos
leninistas-trotskistas. Rechazamos tanto al oportunismo pragmático y
revisionista como al sectarismo estéril y autoproclamado. ¡Por un
marxismo principista que se construya en las luchas, aprendiendo de
los errores, y mirando hacia adelante en lucha por una Internacional
Comunista Obrera y Revolucionaria!
Sabemos
que este marco internacional y estas bases de principio son
fundamentales pero, seguramente, están lejos de no poder ser
mejoradas, por lo tanto están también en discusión para cualquier
grupo, partido o corriente que esté de acuerdo en general y que
quiera discutir dicho marco o cualquier punto de las bases en
particular. En ese sentido bregamos por la más amplia y franca
discusión manteniendo el respeto y la fraternidad revolucionaria. Y,
al mismo tiempo, ningún grupo de este comité organizador se puede
negar a discutir la política que lleva adelante frente a la
requisitoria de cualquier grupo adherido a éste comité. De esta
forma empezamos a poner en práctica la democracia y el debate
político entre los que apostamos a poner en pie una Internacional
Comunista, Obrera y Revolucionaria.
¡¡¡Abajo
la opresión, la explotación, la miseria y la xenofobia que crea
el
capitalismo mundial en descomposición!!!
¡¡¡Por
una Internacional Comunista Obrera y Revolucionaria!!!
(Bajo
el legado teórico-programático de la IVª
Internacional)
Movimiento
al Socialismo Liga Comunista de los
Trabajadores
Rusia
Argentina
Fracción
Trotskista-Vanguardia Proletaria
Brasil
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