Los EE.UU. están desarrollando una política agresiva para lograr el desarme de Corea del Norte. Con frases tales como “se terminó la paciencia estratégica” y amenazando con mandar la flota nuclear a la región, se busca presionar y al mismo tiempo preparar a la opinión pública mundial con una inminente agresión.
Si hasta ahora todo queda en frases,
bravuconadas y amagues, esa situación puede cambiar, es que Estados Unidos es
mil veces más impredecible que el régimen de Kim Jong-un. Si realmente se
quiere terminar con la amenaza nuclear o de una guerra mundial a quienes hay
que desarmar es a los EE.UU., a Gran Bretaña, a Francia, a Israel, etc.
Corea del Norte sigue siendo lo que
correctamente el trotskismo definió como un Estado
Obrero Burocratizado, o sea, un país donde se expropió a la burguesía -a
principios de los años 50, después de una criminal guerra llevada adelante por
los EE.UU.- pero como Estado Obrero nació deforme, sin Soviet ni democracia
obrera como tuvo la URSS desde 1917 a 1924, año en que ese carácter de Estado Obrero Revolucionario se pierde
tras la muerte de Lenin y la consolidación de Stalin y la burocracia en el
poder. Pero Corea del Norte ya nace como Estado Obrero Burocratizado, con un
régimen muy parecido al de Stalin y haciéndole un desmesurado culto a la
personalidad a Kim Il-sung, el máximo dirigente y fundador
de Corea del Norte.
Después de la caída del Muro de Berlín y de
la desaparición de la URSS, a finales de los años 80 y principios de los años
90, las burocracias stalinistas reaccionan de diversas formas. Por un lado las
diferentes fracciones burocráticas restauracionistas yugoeslavas, detrás de
banderas nacionalistas, entran en guerra fratricida, financiadas por diferentes
imperialismos, para tener espacios territoriales en donde desarrollarse ya como
clase dominante; China reafirma su curso restaurador del capitalismo el que
venía de finales de los años 70; y Vietnam y Cuba se suman a este curso
pro-capitalista a mediados de los años 90. Sin embargo esa no es la postura de
Corea del Norte, y no porque la burocracia coreana tenga alguna particularidad
que la inmuniza de tener pretensiones o apetitos restauracionistas, sino porque
la burocracia norcoreana sabe que la restauración capitalista creará una
situación donde puede perderlo todo. O sea, desaparecer como casta burocrática
al no poder transformarse en clase poseedora. Es que en el sur existe la otra
Corea, promovida y financiada por los Estados Unidos, que absorbería
prontamente a la débil burguesía norcoreana. De allí que el régimen stalinista
de Kim II no se propuso la restauración capitalista sino el desarrollo
técnico-militar nuclear para enfrentar cualquier agresión, y de paso para
negociar en situación de paridad con Corea del Sur cualquier posible acuerdo.
Pero esta postura cerrada y belicosa de la
burocracia stalinista norcoreana no sólo es debido a que exista Corea del Sur,
sino también es posible porque existe la República Popular China, país con el
cual Corea del Norte comercia el 90 por ciento del total de su intercambio
comercial, y que al mismo tiempo le suministra tecnología. Y también cuenta con
un seguro aliado fronterizo en el norte como es Rusia. Pero estas dos
características son de segundo orden, porque si no existiera una fuerte Corea
del Sur capitalista, y sí una única Corea como Estado Obrero Burocratizado ésta
ya hubiera avanzado en la restauración capitalista, al igual que China o
Vietnam, y no hubiera permanecido cerrada y en pie de guerra y desafiante. Sin
embargo, Corea del Norte, también ha introducido empresas y criterios
capitalistas, pero no tanto porque quiera desarrollar una burguesía propia,
sino más que nada porque, como no se
puede construir el socialismo en un sólo país, y mucho menos tan atrasado,
buscan dinamizar la economía con esas medidas. Pero se trata de medidas
económicas parciales y empresas de pequeñas dimensiones, y de conjunto todavía
no se puede decir que ellas modifiquen la situación social, ni que se trata de
un país capitalista.
Pero al mismo tiempo se calcula que Corea del
Norte ha desarrollado tecnología militar con posibilidad de haber fabricado
misiles que transporten ojivas nucleares que lleguen a la costa oeste de los
EE.UU. Otros analistas más razonables creen que dichos misiles no superarían
los 2.000 kilómetros, pero con capacidad de sólo 400 kilómetros llegarían a
Seúl, la Capital de Corea del Sur, y con 1.500 kilómetros alcanzarían Tokio,
capital de Japón. Y esto último es muy significativo para los EE.UU.
Otro elemento que redondea la situación de la
región es la existencia de Japón, histórico país imperialista cuya clase
dominante ha invadido y masacrado en reiteradas oportunidades a los coreanos,
chinos, y en general a todos los pueblos del oriente a los que han podido
conquistar en los siglos XVIII, XIX y XX. Aunque hoy no está planteada ni como
hipótesis una invasión militar japonesa, lo cierto es que, después de Corea del
Sur, Japón es un blanco seguro de Corea del Norte como represalia frente a
algún ataque imperialista. Por esto tanto Japón, como Corea del Sur, por más
que lo que más quieran es que Corea del Norte desaparezca, son los más cautos
en estas fricciones, y no se cansarán de decir que son partidarios de la paz y
la negociación.
El gobierno de Trump, para confrontar con
China, en su intento de frenar su desarrollo económico, la busca comprometer en
el desarme de Corea del Norte, de la misma forma que la comprometió en la lucha
contra el islamismo radical. EE.UU. ya logró que China le imponga sanciones
económicas por pruebas nucleares no autorizadas y por pruebas misilísticas.
Pero esto es muy poco para Trump, parecería ser que busca una ayuda directa
para una invasión o al menos que el gobierno chino mire para otro lado. Hoy no
parecen posibles ninguna de estas dos posibilidades, pese a que para la
burocracia China hay mucho en juego y la evolución de la situación puede
cambiar rápidamente, es seguro que los EE.UU. (Corea del Sur y Japón) no
atacará a Corea del Norte mientras ésta sea aliada de China, la que por otra
parte no aceptará nunca una Corea unificada con bases militares
norteamericanas.
De cualquier manera, frente a un hipotético
desenlace de una guerra, bombardeo o invasión imperialista a Corea del Norte,
los marxistas principistas de la Liga Comunista de los Trabajadores nos posicionamos
con Corea del Norte. Porque el hecho de que tenga un régimen dictatorial con un
delirante culto a la personalidad a su presidente no cambia la situación de que
la burguesía surcoreana busca anexarse, para sus negocios, esa parte de la
península donde no hay capitalismo. Y tampoco, ese régimen objetable, cambia el
hecho de que los pueblos subdesarrollados -como Irán, que también es presionada
para que abandone su desarrollo nuclear- deben tener todo el derecho a tener
desarrollo tecnológico y militar propio sin tener que pedirle permiso a las
potencias imperialistas. Sólo la clase obrera, acaudillando al pueblo pobre
coreano, tiene derecho a derribar a este gobierno, y para lo cual es necesaria
la construcción del partido obrero revolucionario en Corea del Sur, y
principalmente en Corea del Norte. Se trata de una tarea determinante, como se
demostró en Europa del Este y la URSS, porque sin dicho partido no habrá
revolución política en Corea del Norte. Revolución que eche a patadas a esa
burocracia parasitaria y proyecte un curso hacia el socialismo, y para ello
impulse la revolución mundial. Sólo de la mano de la clase obrera coreana, y
sobre la base del socialismo, es progresiva la unificación de Corea.