martes, 25 de abril de 2017

Defendamos a Corea del Norte de un posible ataque imperialista


Los EE.UU. están desarrollando una política agresiva para lograr el desarme de Corea del Norte. Con frases tales como “se terminó la paciencia estratégica” y amenazando con mandar la flota nuclear a la región, se busca presionar y al mismo tiempo preparar a la opinión pública mundial con una inminente agresión.
Si hasta ahora todo queda en frases, bravuconadas y amagues, esa situación puede cambiar, es que Estados Unidos es mil veces más impredecible que el régimen de Kim Jong-un. Si realmente se quiere terminar con la amenaza nuclear o de una guerra mundial a quienes hay que desarmar es a los EE.UU., a Gran Bretaña, a Francia, a Israel, etc.
Corea del Norte sigue siendo lo que correctamente el trotskismo definió como un Estado Obrero Burocratizado, o sea, un país donde se expropió a la burguesía -a principios de los años 50, después de una criminal guerra llevada adelante por los EE.UU.- pero como Estado Obrero nació deforme, sin Soviet ni democracia obrera como tuvo la URSS desde 1917 a 1924, año en que ese carácter de Estado Obrero Revolucionario se pierde tras la muerte de Lenin y la consolidación de Stalin y la burocracia en el poder. Pero Corea del Norte ya nace como Estado Obrero Burocratizado, con un régimen muy parecido al de Stalin y haciéndole un desmesurado culto a la personalidad a Kim Il-sung, el máximo dirigente y fundador de Corea del Norte.
Después de la caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la URSS, a finales de los años 80 y principios de los años 90, las burocracias stalinistas reaccionan de diversas formas. Por un lado las diferentes fracciones burocráticas restauracionistas yugoeslavas, detrás de banderas nacionalistas, entran en guerra fratricida, financiadas por diferentes imperialismos, para tener espacios territoriales en donde desarrollarse ya como clase dominante; China reafirma su curso restaurador del capitalismo el que venía de finales de los años 70; y Vietnam y Cuba se suman a este curso pro-capitalista a mediados de los años 90. Sin embargo esa no es la postura de Corea del Norte, y no porque la burocracia coreana tenga alguna particularidad que la inmuniza de tener pretensiones o apetitos restauracionistas, sino porque la burocracia norcoreana sabe que la restauración capitalista creará una situación donde puede perderlo todo. O sea, desaparecer como casta burocrática al no poder transformarse en clase poseedora. Es que en el sur existe la otra Corea, promovida y financiada por los Estados Unidos, que absorbería prontamente a la débil burguesía norcoreana. De allí que el régimen stalinista de Kim II no se propuso la restauración capitalista sino el desarrollo técnico-militar nuclear para enfrentar cualquier agresión, y de paso para negociar en situación de paridad con Corea del Sur cualquier posible acuerdo.
Pero esta postura cerrada y belicosa de la burocracia stalinista norcoreana no sólo es debido a que exista Corea del Sur, sino también es posible porque existe la República Popular China, país con el cual Corea del Norte comercia el 90 por ciento del total de su intercambio comercial, y que al mismo tiempo le suministra tecnología. Y también cuenta con un seguro aliado fronterizo en el norte como es Rusia. Pero estas dos características son de segundo orden, porque si no existiera una fuerte Corea del Sur capitalista, y sí una única Corea como Estado Obrero Burocratizado ésta ya hubiera avanzado en la restauración capitalista, al igual que China o Vietnam, y no hubiera permanecido cerrada y en pie de guerra y desafiante. Sin embargo, Corea del Norte, también ha introducido empresas y criterios capitalistas, pero no tanto porque quiera desarrollar una burguesía propia, sino más que nada porque, como no se puede construir el socialismo en un sólo país, y mucho menos tan atrasado, buscan dinamizar la economía con esas medidas. Pero se trata de medidas económicas parciales y empresas de pequeñas dimensiones, y de conjunto todavía no se puede decir que ellas modifiquen la situación social, ni que se trata de un país capitalista.
Pero al mismo tiempo se calcula que Corea del Norte ha desarrollado tecnología militar con posibilidad de haber fabricado misiles que transporten ojivas nucleares que lleguen a la costa oeste de los EE.UU. Otros analistas más razonables creen que dichos misiles no superarían los 2.000 kilómetros, pero con capacidad de sólo 400 kilómetros llegarían a Seúl, la Capital de Corea del Sur, y con 1.500 kilómetros alcanzarían Tokio, capital de Japón. Y esto último es muy significativo para los EE.UU.
Otro elemento que redondea la situación de la región es la existencia de Japón, histórico país imperialista cuya clase dominante ha invadido y masacrado en reiteradas oportunidades a los coreanos, chinos, y en general a todos los pueblos del oriente a los que han podido conquistar en los siglos XVIII, XIX y XX. Aunque hoy no está planteada ni como hipótesis una invasión militar japonesa, lo cierto es que, después de Corea del Sur, Japón es un blanco seguro de Corea del Norte como represalia frente a algún ataque imperialista. Por esto tanto Japón, como Corea del Sur, por más que lo que más quieran es que Corea del Norte desaparezca, son los más cautos en estas fricciones, y no se cansarán de decir que son partidarios de la paz y la negociación.        
El gobierno de Trump, para confrontar con China, en su intento de frenar su desarrollo económico, la busca comprometer en el desarme de Corea del Norte, de la misma forma que la comprometió en la lucha contra el islamismo radical. EE.UU. ya logró que China le imponga sanciones económicas por pruebas nucleares no autorizadas y por pruebas misilísticas. Pero esto es muy poco para Trump, parecería ser que busca una ayuda directa para una invasión o al menos que el gobierno chino mire para otro lado. Hoy no parecen posibles ninguna de estas dos posibilidades, pese a que para la burocracia China hay mucho en juego y la evolución de la situación puede cambiar rápidamente, es seguro que los EE.UU. (Corea del Sur y Japón) no atacará a Corea del Norte mientras ésta sea aliada de China, la que por otra parte no aceptará nunca una Corea unificada con bases militares norteamericanas.    
De cualquier manera, frente a un hipotético desenlace de una guerra, bombardeo o invasión imperialista a Corea del Norte, los marxistas principistas de la Liga Comunista de los Trabajadores nos posicionamos con Corea del Norte. Porque el hecho de que tenga un régimen dictatorial con un delirante culto a la personalidad a su presidente no cambia la situación de que la burguesía surcoreana busca anexarse, para sus negocios, esa parte de la península donde no hay capitalismo. Y tampoco, ese régimen objetable, cambia el hecho de que los pueblos subdesarrollados -como Irán, que también es presionada para que abandone su desarrollo nuclear- deben tener todo el derecho a tener desarrollo tecnológico y militar propio sin tener que pedirle permiso a las potencias imperialistas. Sólo la clase obrera, acaudillando al pueblo pobre coreano, tiene derecho a derribar a este gobierno, y para lo cual es necesaria la construcción del partido obrero revolucionario en Corea del Sur, y principalmente en Corea del Norte. Se trata de una tarea determinante, como se demostró en Europa del Este y la URSS, porque sin dicho partido no habrá revolución política en Corea del Norte. Revolución que eche a patadas a esa burocracia parasitaria y proyecte un curso hacia el socialismo, y para ello impulse la revolución mundial. Sólo de la mano de la clase obrera coreana, y sobre la base del socialismo, es progresiva la unificación de Corea.

  


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