Para
contextualizar la Revolución Rusa y sus logros debemos tomar en cuenta varios
factores de principios del siglo XX. La segunda fase de la revolución
industrial eclosiona de manera sistemática en la 1ra Guerra Mundial. Los
mercados del mundo quedan repartidos en los trusts y cartels. La Europa
imperialista deposita fuertes inversiones e intereses en la vieja Rusia zarista
la cual entraría como furgón de cola en la gran contienda. Los resultados de su
entrada serian catastróficas para el mismo régimen. En la atrasada Rusia
convivía un modo de producción cercana al feudalismo con ciudades populosas de
gran crecimiento industrial. Las distorsiones económicas, la hambruna y el
malestar del campo iban hacia las ciudades y viceversa. Los levantamientos
populares por el pan, la tierra y la paz se transformarían en consigna y allí
el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky supo plantar su bandera programática.
El
7 de Noviembre de 1917 (o 25 de Octubre en el calendario Juliano), El Comité
Militar Revolucionario de Petrogrado bajo la dirección política del Partido
Bolchevique oficializa la toma del poder contra el gobierno provisional de
Kérenski. Con su caída nacería el primer Estado Obrero del mundo. Su defensa
incondicional produciría una guerra civil en su contra, financiada y dirigida
por los agentes guerreristas y su veintena de ejércitos. Muchos de ellos se
habían enfrentado en la 1ra Guerra Mundial. Esta santa alianza imperialista
seria barrida por el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos.
Para
el año 1919 todos los partidos proletarios que defendían el nuevo régimen
constituyen la Internacional Comunista. Tres años después se crea oficialmente
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que sostendría la Constitución
más progresiva de la humanidad en derechos populares.
Su
esencia hizo verdad la lucha contra la propiedad privada en las ciudades y el
campo. Con ella se erigió una fuerte planificación y nacionalización de los
recursos económicos. La gran industria, la banca y el comercio pasarían a manos
del Estado Obrero y sus organismos de control político. En todos los organismos
estatales había una fuerte paridad entre hombres y mujeres. El caso puntual de
la mujer es evidenciada por su gran participación militante. Ellas se
postulaban y eran elegidas en estos organismos redoblando su compromiso con la
causa socialista. Sabían que su emancipación cotidiana iba estrechamente ligada
a la lucha contra la explotación en general. La democracia obrera era un hecho
irrefutable y la mujer su baluarte junto a la juventud. Totalmente impensado y repudiado
en el resto del mundo burgués de su época y la actualidad.
Las
familias soviéticas también sentirían las manos generosas del régimen
socialista. El derecho al merecido descanso laboral y el justo salario, el
matrimonio civil y el divorcio, el aborto, la constitución de importantes
guarderías populares, la cultura, arte y deporte serian fuertemente
promocionadas y defendidas. A su vez se destacó el avance contra el
analfabetismo y su erradicación por acertadas políticas educativas. A este
proyecto integrador y emancipador también le sumarian los campos de la salud,
tecnología y ciencias.
Una necesidad histórica
La construcción de fuertes partidos proletarios bajo el legado Bolchevique
En
la actualidad la crisis del capitalismo sigue su curso marcada por unas
contradicciones sin precedentes. El creciente desarrollo del capital
especulativo y el estallido de las tasas subprime/hipotecarias en el 2008 en
EE.UU. supuso para el mundo la acentuación regresiva del desarrollo de las
fuerzas productivas. La burguesía con el control del Estado intenta de mil
formas salvar sus propias empresas y ganancias. La crisis es cíclica y es
descargada de forma feroz sobre la espalda del proletariado con grandes
paquetes de ajuste.
Estos
ensayos son visualizados y resistidos en Europa y en el resto del primer mundo
imperialista. Para América Latina y las semi-colonias y colonias en general la
situación corre bajo la misma sintonía. Los gobiernos denominados progresistas
y los liberales clásicos crean una pantomima de oficialismo y oposición
juntando sus votos en el Parlamento, reforzando el control sindical desde su
burocracia y reprimiendo y persiguiendo sin cesar a los sectores que se erigen
como una alternativa. La humanidad está enfrentada como nunca antes por una
gran contradicción material que es de clase, es decir, de explotados y
explotadores. Caso aparte corre para la “izquierda clasista”. El
parlamentarismo, legalismo y las abstracciones subjetivistas u objetivistas de
aquellos partidos que se claman del socialismo científico son una gran barrera
para la conciencia proletaria revolucionaria.
Este
es el signo de la época. Un contraste oscuro del capitalismo imperialista
frente a la nitidez del centenario de la epopeya soviética. Hoy más que nunca
decimos: ¡Construyamos el comunismo con fuertes partidos obreros
revolucionarios con espíritu internacionalista! ¡Viva el legado del Partido
Bolchevique de Lenin y Trotsky!
Miguel Belor
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