Llamamos crimen capitalista a la muerte de David Ramallo, mecánico de la Línea 60, al que se le cayó un colectivo encima por fallas de seguridad, porque todo demuestra que la patronal de DOTA busca grandes ganancias sin importarle nada de la suerte de los trabajadores. Para ellos, los trabajadores son cosas, son sólo piezas en el engranaje de la empresa. Y como parte de esto, el mismo día moría un obrero de la construcción, Ricardo Alcaraz, en Villa Crespo, por falta de seguridad al ser aplastado por el derrumbe de una medianera. Otro crimen capitalista donde ni la patronal, ni los responsables de seguridad de la UOCRA y del estado, se quieren hacer responsables. Pero lo son totalmente.
Pero el crimen obrero de la línea 60 es muy significativo porque los delegados habían realizado muchas denuncias alertando del problema de seguridad, y los burócratas sindicales de la UTA nada hicieron, más aún cuando esa terminal había sido habilitada hacía muy poco y los organismos de control estatal (Macri) avalaron esas pobres condiciones de seguridad. Y, para cambiar el eje de la lucha, la patronal envió 30 telegramas de suspensión.
Obviamente, como corresponde, los trabajadores cesaron las tareas, y durante cuatro días, habiendo una muerte, y siendo público el conmocionaste suceso, la patronal no se hizo presente, pero tampoco ningún juez, ni un fiscal siquiera, y ni un miembro del Ministerio de Trabajo, solamente se hicieron presentes, en dos ocasiones, peritos de la policía. La misma policía que en conflictos anteriores, por salario y contra despidos, actuaba liberando las zona para que la patota de la burocracia sindical le pegara a los trabajadores. En otras palabras, los únicos que fueron a ver el lugar eran policías que se sabe que están en acuerdo con la patronal. Todos al servicio de la empresa. Y el Ministerio de Trabajo (Triaca) se dignó, porque ya no podían seguir ocultándola, porque demostraba su parcialidad, a dar a conocer el acta del “accidente”, 12 días después de haber ocurrido.
Esto no ocurre por casualidad, la sociedad es capitalista y los gobiernos, y todos los engranajes del estado, están en función de los intereses patronales (sobornan policías, compran dirigentes sindicales, etc.). Más aún hoy cuando Macri –que continúa la política de Cristina Kirchner de bajar el costo laboral– acababa de atacar a los trabajadores diciendo que “hacen trampa”, “que faltan mucho”, “que ponen palos en la rueda” que “tienen que ser más productivos” y por ello buscan acuerdos por productividad, etc. etc. Porque en última instancia lo que busca es flexibilizar aún más las condiciones de trabajo.
Pero los trabajadores de la línea 60 se han mostrado unidos y en lucha. Si a nivel nacional tuviéramos cientos de comisiones internas como la de la línea 60, el gobierno ya estaría con el rabo entre las patas. Esto demuestra una vez más que lo sindical está íntimamente ligado a lo político. Que no se puede analizar la relación obrera-patronal dejando de lado el rol que juegan los gobiernos –y los partidos políticos patronales y los sindicatos que estos partidos controlan–, en beneficio del capital, o sea, de los empresarios y sus ganancias.
Estos crímenes patronales sólo pueden ser vengados fortaleciendo la conciencia de clase de la clase obrera, apostando al desarrollo de una nueva dirección, política y sindical, en el movimiento obrero. Y como parte de esto, la lucha contra la patronal de todos los días, ésta nueva dirección debe tener un correlato político que al mismo tiempo luche por el poder obrero, para que los que realmente trabajan sean los que controlen y dirijan su propio destino, que es el de la inmensa mayoría.