Ya van más de 2 meses del
derrocamiento del presidente Mohamed Mursi y la represión de la dictadura
militar conducida por Fatah al-Sisi no cesa. Tampoco cesa la resistencia del
grupo de los Hermanos Musulmanes (grupo político-religioso del depuesto presidente
Mursi), que ha sido recientemente ilegalizado. Pero más allá de la lucha por la
democracia formal el pueblo egipcio manifiesta un hartazgo cada vez más grande
sobre las condiciones económicas-estructurales de la carestía de la vida y el
retroceso del empleo, principalmente. La desaceleración económica contribuyó al
aumento del desempleo que se ubicó en 13% a finales de diciembre pasado, con
aproximadamente 3.5 millones de personas sin trabajo y donde la cifra actual
sigue creciendo. Esta situación impulsa la ofensiva popular que va sumando de a
poco a más sectores en su lucha contra la dictadura ya con una asonada de miles
de muertos en todo el país..
Estas tensiones políticas han
hecho actuar al Fondo Monetario Internacional a mediados de julio concediendo
un préstamo por 4.800 millones de dólares al régimen militar. Saben que el
Estado egipcio maneja un presupuesto donde se incluyen los salarios del sector
público y grandes subsidios, elementos que representan más de la mitad del
gasto público y los cuales deben reducir con más ajustes. Esta
"ayuda" del imperialismo busca darle una bocanada de aire al régimen
militar de Al-Sisi para erigirlos como un sector dictatorial-bonapartista, como
veedores de los paquetes de ajuste a llevar adelante (porque, el imperialismo
nunca regala dinero!). Y lo mismo pasó previamente con el desgastado régimen de
Mubarak en el 2011, cuando cayó por las movilizaciones obreras y populares por
un lado y la supuesta neutralidad del Ejército por el otro. El plan del
imperialismo fue y es desviar el descontento popular, descomprimir las
movilizaciones y no permitir alternativas políticas independientes de la clase
obrera para su propia lucha. Por otro lado desean que Egipto siga siendo el
interlocutor del sionismo israelí que ve con malos ojos los levantamientos
populares de la región.
La dictadura y el imperialismo
hacen ver los acontecimientos de Egipto como una pelea entre los militares
laicos y los extremistas religiosos islámicos del depuesto Mursi, pero la lucha
de clases se cuela y condiciona a estos bandos burgueses. El 26 de agosto más
de 24.000 obreros textiles de la ciudad de Al-Mahalla, cercana al delta del
Nilo, iniciaron una huelga por una justa recomposición salarial, y mejores
condiciones de trabajo. Esta acción rápidamente sumó el acompañamiento de los
trabajadores estatales en su conjunto ante varias reformas estructurales que
vienen viviendo desde el régimen de Mubarak. En pocas palabras, desde ese
momento hasta la fecha sus condiciones laborales han empeorado. Y es aquí
mismo, también, donde nacieron las grandes huelgas textiles de los años 2006,
2008, y la del 2011. Pero más allá de la valentía y la organización de este
sector del proletariado egipcio sigue pesando la fuerza de la burocracia
sindical donde los reclamos soló los mantiene en el plano económico sin
ajustarlos con el político, bloqueando con ello no soló la concreción de muchas
de esas demandas, sino también la elevación de la conciencia en la clase
obrera, y de una salida revolucionaria para los trabajadores frente a la
sangrienta dictadura.
¡Abajo la dictadura
militar de Al-Sisi! ¡A derribar todas las variantes de la burocracia sindical
que negocian con el régimen militar!
¡Por la conformación
de milicias obreras y populares!
¡Por la construcción
de un Partido Obrero Revolucionario que oriente una salida obrera y
revolucionaria a la crisis de poder! ¡Por un gobierno de obreros y campesinos
revolucionarios!
Miguel Belor
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