La lucha de Pepsico es muy rica en lecciones a extraer. Lecciones
que ningún partido debe negarse a sacarlas y menos aún a sentirse ofendido por
el balance que se haga. Ayer fue AGR en Gráficos donde el PO retiró la
exigencia, a la burocracia, del congreso de delegados del gremio y poco a poco
fue dejando de denunciar y exigirles, al punto que cuando edita la revista Viva
de los Trabajadores ni la nombra a
está, cuando en realidad la única forma de triunfar era, en el marco de la
lucha contra la patronal y el gobierno, cambiar las relaciones de fuerzas
internas en el gremio para poner al sindicato al servicio de la lucha. Gremio
grafico que seguirá siendo golpeado con toda clase de flexibilización laboral
por los cambios técnicos en la producción del rubro. Pero el PO no sólo no tuvo
esa política, sino que tampoco quiso impulsar un llamado a un Congreso Obrero
de Delegados de Base Nacional, para nuclear a comisiones internas, sindicatos y
seccionales sindicales, y desde allí crear un polo de lucha. Sino que se limitó
a la lucha por la solidaridad para "romper el cerco mediático" del
grupo Clarín y la prensa patronal en general, como si los obreros hubieran
ganado alguna vez una lucha de tales características meramente con la
información real de lo que ocurre. A la patronal no le mueve un dedo que
se sepa que despide, si el despido está contemplado por ley y este gobierno lo
avala a ultranza. Pero el querer romper “el cerco mediático” era para la
opinión pública en general -y en particular, pequeño-burguesas de las redes
sociales-, porque para los trabajadores del gremio -ni los otros- no sacaron ni
un Boletín de lucha. Y termina, la Comisión Interna con la orientación del PO,
frente al Juez y la Policía, entregando el establecimiento tomado sin ninguna
resistencia.
Hubo diferencias entre la lucha de AGR con la de Pepsico pero no
muchas, porque en definitiva se trata de la misma política de las patronales de
cerrar plantas para reducir personal y explotar más a los trabajadores.
La primera diferencia muy clara es que la patronal de Pepsico ya
venía llevando un plan de arreglos de indemnizaciones desde hacía más de un año
y la Comisión Interna nada denunció en campañas en el gremio, ni en el barrio,
ni el PTS desde su prensa. La patronal logra naturalizar el despido logrando
que el grueso de los obreros, incluso la Comisión interna, su sector más
avanzado, se resignen a agarrar la indemnización y a no luchan por su puesto de
trabajo. Cuando se produce el cierre de la planta sólo era 60 de 600 compañeros
que eran a principios 2017, recién reacciona la Comisión Interna. No nos
olvidemos que el PTS dirige esa fábrica hace 14 años.
El conflicto comenzó con menor repercusión que el de AGR, tal vez
porque los pocos trabajadores se encontraban acampando en la puerta de la
fábrica, pero dos semanas después, tras la toma de la planta, la situación
cambió mucho.
Después de haber perdido burocráticamente una asamblea en el
gremio, la Comisión Interna se centra en impulsar la solidaridad y la difusión
del conflicto, y el boicot a lista de productos de Pepsico, con la idea de que
la empresa no iba a querer perder el stock que tenía en la planta y que tenía
fecha de vencimiento. También la idea de impulsar una campaña de boicot
comercial a sus productos. Ambos ejes apuntaban al mismo lugar; hacerle perder
plata a la empresa. Todo esto se decía desde la Comisión Interna en las
asambleas, como si en los cálculos de la empresa eso no hubiera estado
analizado, y no lo vayan a recuperar en los futuros ejercicios económicos de
los próximos años, y con creces, porque lograron imponer
mayor explotación.
De igual forma que en AGR, después de negarse la Comisión Interna
a llamar un Congreso o plenario obrero, las asambleas abiertas se tornaron cada
vez más en organizativas, sea para la solidaridad o para la defensa de la toma.
Pero despolitizadas. Recién después del desalojo y la resistencia a él, y aquí
marca la principal diferencia a la lucha de AGR, que el conflicto empieza a
tomar más relevancia política, pero al mismo tiempo esa politización es llevada
hacia el lado electoral, orientación decidida por el PTS, primero porque dirige
el conflicto, y también porque sus figuras públicas estuvieron en la puesta de
fábrica resistiendo a la Policía y Gendarmería. De allí la engañosa frase
de Del Caño, referente del PTS, que, para increpar al kirchnerismo, dijo que “con
20 diputados en la puerta de fábrica se hubiera parado el desalojo”. Cuando los
diputados de los partidos obreros deben estar en la lucha, pero lo que define
la lucha son las relaciones de fuerzas y no ellos. Y menos aún los diputados de
los partidos patronales, aunque se pinten de izquierda. A los que dicho sea de
paso no hay que exigirles que estén: hay que denunciarlos directamente
mostrando su carácter de clase por más progresistas que digan ser.
Pero el PTS, después de muchos años dirigiendo esa fábrica, y con
un importante trabajo en el gremio de la alimentación, no sólo se dedicó a
sustituir a la clase, sino que, con sus figuras públicas, como Del Caño y
Bregman, también llamaba a los diputados kirchneristas a que los ayude en esa
tarea. Posteriormente, la entrevista, en plena campaña electoral, entre
Cristina Fernández de Kirchner con las obreras de Pepsico fue parte de eso. Una
capitulación que raya con los principios de independencia política de clase,
porque, en definitiva, esa entrevista Cristina Kirchner la necesitaba para
lavarse la cara anti-obrera por la represión a las reiteradas luchas de los
trabajadores durante su gobierno.
Después de realizar una importante marcha donde se sumaron
dirigentes sindicales de la CTA, que conducen importantes gremios, el conflicto
entró en una pequeña meseta. Hasta la represión a la marcha que iba al Congreso
a entregar un petitorio le dio más fuerza política e impuso la carpa frente al
Congreso. Pero igualmente el PTS paso a llevarlo todo al terreno electoral depositando
expectativas en que un buen resultado electoral iba hacer que el gobierno
retrocedería (¡¿retroceder un gobierno que es de las multinacionales mucho más
que el anterior, que también reprimía las luchas obreras?!!!) e instalaron una
carpa frente al Congreso, con el reclamo de una Ley de expropiación de la
planta Florida de Pepsico para transformarla en un bien de utilidad pública.
Que vaya a ocurrir tal cosa no es más que un autoengaño.
Hoy el conflicto languidece con el mismo reclamo, sin haber editado
un Boletín de lucha para trabajar en la base del gremio, y su dirección sin
querer llamar a un Congreso Obrero de Base para nuclear, y coordinar, las
Comisiones Internas, los sindicatos y las seccionales sindicales que quieran
enfrentar el ajuste, los despidos y la flexibilización laboral.
Exigencia y denuncia a la burocracia sindical
La lucha de los trabajadores de Pepsico, como antes la de AGR,
volvió a traer el tema de la táctica de exigencia y denuncia a la burocracia
sindical como una cuestión importante a ser tenida en cuenta para combatirla.
En las dos luchas se llamaba a los dirigentes sindicales
burocráticos a participar de acciones, actos, marchas, etc. en solidaridad por
la reincorporación o por la reapertura de dichas fábricas. Y cuando hacían esas
acciones, muy claramente ocurrió en la marcha por Pepsico, marchaban en la
primera fila, para la foto, los dirigentes de la CTA, por el gremio docente
Baradel, por el subte Pianelli, y varios más. Pero los organizadores, como el
PTS en este caso, con tal de tener a esas figuras en la marcha o acto nada les
exigían.
Estos burócratas van gustosos a posar de luchadores y a sacarse
fotos con la que empapelan sus oficinas diciéndoles a la base de los gremios
que dirigen que estuvieron luchando contra los despidos y la flexibilización
laboral. Así hacer estas acciones en nada los compromete porque nada se le
exige, y al mismo tiempo acrecientan su prestigio frente a la base de su gremio.
De esa forma la izquierda clasista, que se postula para ser la nueva dirección
sindical, no hace más que prestigiar a la burocracia que posa de luchadora.
Paradójicamente la burocracia sindical kirchnerista, que poco hizo
por AGR, cuando el gran enemigo del gobierno de Cistina Kirchner era el grupo
Clarín, sí se mostró mucho más apoyando la lucha de Pepsico. Pero esa paradoja
no es en absoluto una contradicción, o que antes hayan estado lentos de
reflejos, sino que la lucha de Pepsico se da tres meses después en plena
campaña electoral, con una gran repercusión mediática tras el desalojo, y este
peronismo de izquierda no puede mostrarse lejos de las luchas obreras. O sea,
no solo se prestigian frente a su base, sino que al mismo tiempo arrastran votos
obreros para candidatos patronales. Entonces, con más razón había que
exigirles, no hacerlo es una capitulación política a una fuerza burguesía.
Por supuesto que hay que
exigirle que estén, son dirigentes del movimiento obrero, pero también hay que
exigirles que realicen, no lo que quieran, sino lo que la lucha necesite. En
este caso no está sólo en juego los 600 puestos de Pepsico, o los 500 de AGR,
lo que está en juego es la flexibilización laboral para toda la clase obrera. Y
sólo se puede derrotar al Gobierno de Macri y su plan de super-explotación,
desocupación y miseria con la Huelga General y un plan de lucha discutido y
votado en la base obrera. Huelga General que hoy no va a ser convocada por la
burocracia sindical de la CGT, pero un Congreso Obrero de Delegados de Base
-que unifique a los trabajadores ocupados con los desocupados, y a los
estudiantes en lucha- puede imponerla.
Un pequeño pero significativo suceso
Cuando se realizó
la conferencia pública en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) para
presentar el proyecto de ley por la expropiación de la plata de Florida de
Pepsico, en dicha reunión estaban trabajadores y representantes de todas las
fuerzas políticas del clasismo, y también la mesa tenía burócratas de la CTA
que acompañaban a los dirigentes sindicales de Pepsico.
Claro está que
los miembros de esta mesa, principalmente los burócratas sindicales de ATE y la
CTA, estaban a favor de dicho proyecto de ley, porque ese apoyo no los
comprometía en nada, así que hablaban despotricando contra el gobierno y sus
planes. Y en esa tónica continuaron las intervenciones tanto de los dirigentes
como de los representantes de los partidos y corrientes. Hasta que una
compañera de la LCT dijo, y preguntó, “eso está bien, pero ya que los
dirigentes de ATE y la CTA están acá, porqué, para frenar la flexibilización
laboral y el ajuste, ¿no llaman a un Congreso Obrero de Delegados de cara a las
bases donde puedan estar delegados de todos los gremios del movimiento obrero?”
y las intervenciones cambiaron rápidamente de cadís y empezaron a darle la
razón a la compañera. Sin embargo, rápidamente el compañero dirigente de
Pepsico, y militante del PTS, salió a justificar la inacción de los burócratas
sindicales, diciendo que él también planteaba lo mismo, pero ahora se estaba
por el tema de la ley, etc. etc. Y enseguida se levanta la reunión y los
burócratas se fueron rápidamente entendiendo que no les convenía quedarse a
discutir nada. Porque, en definitiva, ellos no quieren realmente luchar contra
el ajuste y la flexibilización laboral.
La adaptación al regimén los lleva a capitular
No llama tanto la atención que ni Izquierda Socialista, ni el
Nuevo MAS y menos aún el MST, le realicen importantes críticas al PO o al PTS
por sus políticas en los conflictos de obreros de AGR y Pepsico, y también en
la lucha docentes de principios de año donde todos fueron a la saga de Baradel.
Y no llama la atención porque no se trata de cuestiones sindicales que pueden
ser resueltas en el marco sindical corrigiendo este o aquel error. Estas
cuestiones sindicales, donde se terminan capitulando a la burocracia sindical
-y por ello a la clase dominante- o depositando expectativas en el ministerio
de trabajo o en la justicia burguesa, son principalmente políticas.
En todo partido obrero, y mucho más en un partido que pretenda ser
revolucionario, siempre es la política la que va delante de la cuestión
sindical, si la política es correcta, la cuestión sindical es correcta en
general, aunque haya que hacerle este o aquel ajuste, pero nunca si es al
revés, o sea, que lo sindical condicione a lo político. Y cuando un partido
obrero, o grupo, mantiene esas concepciones políticas de adaptación al régimen
democrático burgués, lo condiciona todo; en el plano sindical, de la táctica
electoral, de la aplicación de la táctica del FUO, etc., etc.
En Argentina se combina la presión democrática burguesa de las
extensas clases medias junto al atraso político de la clase obrera que lleva a
estos partidos y grupos a doblarse por lo más fácil. Se trata de un
revisionismo -oportunista de derecha- del marxismo con muchas variantes, pero
al mismo tiempo con características muy claras.
Marcelo
Ríos